Mié. Abr 24th, 2024

Arq. Eugenio Santa Cruz

Haciendo Historia

Quién de los mexicanos no le hemos dado de palos a una hermosa piñata de barro o cartón, cubierta de papel de china multicolor y rellena de dulces, frutas y colaciones en cumpleaños, posadas navideñas, o fin de año, es y será un artículo de primerísima necesidad en nuestras fiestas tradicionales mexicanas.

No tenerla en esas festividades es dejar trunca la alegría, la risa y el reparto de golosinas y frutas cuando estas caen al último garrotazo y estrellarse en el suelo.

El consabido “paliacate” (*Pañuelo grande, confeccionado en tela estampada generalmente de un solo color combinado con blanco, que se usa para adornar el cuello o cubrir la cabeza) para taparnos los ojos, es también necesario para “no hacer trampa” y por supuesto el “mamalonchi” (giros) que un adulto por lo general te hace alrededor de la pintoresca piñata antes de empezar a tirarle de palos.

Al “sonsonete” (*Sonido que resulta de los golpecitos repetidos que se dan en alguna parte, imitando un son de música) de dale dale dale, no pierdas el ritmo, porque si lo pierdes, pierdes el camino, ya le diste una, ya le diste dos, ya le diste tres y tu tiempo se acabó… La interminable e impaciente fila de niños que hacíamos “cola” para pegarle a la piñata, era motivo de empujones y pleitos cuando otro niño más grande que uno, se metía a la fila para darle primero de palos, nos acomodaban los papás por estatura, no importaba el sexo ni edades, pero nunca te quedabas con las ganas de darle y buscar romperla para sentirte orgulloso.

Este artículo artesanal creado por generaciones de artistas como la de la familia del Señor Sergio Henríquez Parra (Q.E.P.D.), fundador de esta dinastía radicada en la hermosa ciudad de Tepic, Nayarit. Don “Quequio” como cariñosamente le decíamos en toda la ciudad, fue reconocido por la elaboración de las más hermosas piñatas que jamás haya visto en mi vida, las conocí cuando cumplí mis primeros años de vida y mis padres fieles a la tradición no dejaron nunca de tenerme un pastel en mi cumpleaños y por supuesto mis piñatas. Yo nací en 1954 y desde mi primer año hasta los 13 o 14 años jamás dejó Don Sergio de elaborar mis piñatas y también las de mis 4 hermanos.

Recuerdo que eran hechas con “jarros o cántaros de tepalcate”, barro duro que muchas ocasiones los mismos niños nos resistíamos a quebrar por no dañar esas obras de arte realizadas por Don “Quequio”. Aunque no vivía de su elaboración, fabricarlas era su pasatiempo favorito, siempre tenía en fila un montón de pedidos, compromisos y siempre con esa amabilidad cumplía los sueños de muchos niños, íbamos a su casa y le decíamos de que imagen o forma queríamos de la piñata, y bastaba una simple idea para que él inmediatamente bosquejara una obra de arte.  

Cuánta imaginación y cuánto amor por el trabajo que realizaba, de él aprendí que cuando trabajas con pasión, amor, actitud y ganas, disfrutas lo que haces y además se reflejaba en su rostro la satisfacción de ver a los chiquillos felices viendo y al rato romper esas hermosas piñatas. Nunca lo olvidaré.

Infinidad de temas como elefantes con una odalisca montada, robots, animales diversos, aviones, payasos, y cuantas ideas interminables salían de esa mente prodigiosa y de esas manos hábiles conectadas a la imaginación que hicieron verdaderas joyas artesanales.

También conocido como el “Jarro”, Don Sergio fue un ser inigualable, fanático del futbol, trabajador incansable, formó una hermosa familia de la cual su hija Miriam Henríquez Torres heredó ese talento que pocos pueden tenerlo. Sus 5 hijos conformaron familias con grandes talentos, ahora un nieto José Luis Henríquez ha sido galardonado en varias ocasiones a nivel mundial con trabajos de diseño de robótica en el mismo Japón. Orgullosamente nayarita y mexicano.

Como fiel heredera de esa inigualable estirpe artística actualmente su hija Miriam Henríquez Torres continuó esa generación del arte en las piñatas desde hace 28 años. No podía ser de otra forma sino la herencia genética artesanal que ahora muestra en verdaderas piezas de colección como las fotos que les comparto en esta colaboración, ejemplares únicas y exquisitas. Muchos años de esfuerzo, trabajo y dedicación: el objetivo: hacer felices a los niños. El mundo creo hemos olvidado hacer reír a los niños.

En la historia de estas obras de arte, la tradición cuenta que las piñatas, erróneamente manejan que son mexicanas, en realidad el origen se originó en China, la piñata representaba abundancia en las cosechas, y era un símbolo de conservación animal para brindar alimento durante todo el año a la población

En la clásica piñata mexicana con forma de estrella, los picos simbolizan los siete pecados capitales (soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza), romperla significa acabar con estos males, mientras que los dulces y la fruta que cae representan bendiciones que la humanidad recibe por sus buenas acciones.

Marco Polo escribió que el origen de las piñatas se encontraba en las celebraciones de Año Nuevo en China y en su forma original representaban animales. De ahí, la tradición viajó a Italia y, luego llegó a México, en donde los Frailes Misioneros la utilizaron como herramienta de Evangelización durante la conquista iniciada en el Siglo XVI.

Por ello la tradición de la piñata mexicana tan rica y diversa conglomera a estos personajes en insignia nacional admirada por propios y extraños. 

Ojalá estos genios de arte tengan su espacio y reconocimiento por las Autoridades de Cultura, una tradición que no muere y al contrario cada día se fortalece en México.

Brindo un reconocimiento a los artistas populares de México.

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