Mié. Abr 24th, 2024

Por Alejandro Barañano

Mayo 25 del 2020

“Les confieso que hace un mes y medio en Tijuana, recibí un informe en el sentido de que teníamos que tomar decisiones con urgencia porque podíamos ser rebasados… y tuvimos momentos difíciles porque no había la infraestructura para enfrentar esta pandemia”: Andrés Manuel López Obrador, y lo dijo el 12 de mayo recién pasado.

Muchos quizá no tengan reminiscencia de ello pero así fue como el propio Presidente de México lo confesó: sabía desde el mes de marzo que los días por llegar por el Covid-19 serían de alto riesgo, “de urgencia”, esto según el informe médico que llegó hasta su escritorio en Palacio Nacional, y aun así le valió sorbete la vida y la salud de miles de mexicanos. Sencillamente no le importó el contagio masivo por Coronavirus.

¿Por qué lo decimos? Porque a pesar de que conocía de esa urgencia pandémica con antelación y que también invocaría que el país no estaba preparado para enfrentarla al no haber la infraestructura hospitalaria suficiente, actuó de manera irresponsable. Le valió un cacahuate. Le valimos madre, pues.

¿Qué no? Bueno, aquí los hechos: marzo 4: “Hay que abrazarse, no pasa nada”. Marzo 18: “Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”. Marzo 22: “No dejen de salir… sigan llevando a la familia a comer a los restaurantes y las fondas”. Abril 2: “Nos vino como anillo al dedo -la pandemia- para afianzar el propósito de la Cuarta Transformación”. Abril 26: “Se ha podido domar la epidemia”, y desde esa declaración han fallecido más de 7 mil mexicanos al día de hoy. Abril 29: “Se aplastó la curva. Se redujo el contagio ya se volvió horizontal”. ¡Otra mentira más!

Andrés Manuel López Obrador supo con mucha anticipación sobre la ola de contagios que caerían en el país y aun así invitaba a abrazarse, a salir, a ignorar las recomendaciones médicas y científicas que todo mundo y que en todo el mundo se sabían. En pocas palabras, no le importó.

¿Y por qué no le importó? Por una razón política, porque si la economía se paralizaba aún más -recordemos que de diciembre del 2019 a la primera quincena de mayo pasado se han perdido alrededor de 1.1 millones de empleos- y que las limosnas que les está dando como “apoyo” a las empresas y negocios iban a resultar insuficientes para contener la quiebra masiva y el desempleo, eso lo obligaría a arrebatar recursos etiquetados para sus obras absurdas como lo son el Aeropuerto de Santa Lucía, la Refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, y eso iba en contra de su propósito central de atender los caprichos de su llamada “Cuarta Transformación”.

Aún más, desde el pasado 18 de marzo, durante los mismos días en los cuales Andrés Manuel López Obrador recibía el informe de alto riesgo por el Coronavirus, ya se alertaba acerca de la insensatez del tabasqueño con la pandemia que para ese entonces ya teníamos encima, tan así que sus palabras fueron: “No debe haber alarma. Se piensa que el Coronavirus no es tan dañino… Los conservadores quisieran que todos nos contagiáramos. Lo del Coronavirus, eso de que no se puede uno abrazar, hay que abrazarse, ¿eh? No pasa nada… No nos van a hacer nada los infortunios, las pandemias”. ¿Sí recuerda que así lo expresó?

Luego entonces, allí quedará para la posteridad aquella postal grotesca en la que Andrés Manuel López Obrador durante una gira por Ometepec recibió a una niña, la cargó, la besó en la mejilla de forma lasciva, mordisqueándola, no sólo incumpliendo las medidas de precaución sanitaria sino también mostrando una imagen morbosa y de mal gusto de cómo no se debe comportar -como lo hizo- con una menor de edad.

No hay duda que el nativo de Macuspana sabía de la emergencia y de la carencia de infraestructura hospitalaria para enfrentar al Covid-19. Claro que lo sabía; y ahí está su tácita confesión del pasado 12 de mayo, cuando se le dio a conocer el informe oficial de su propio Gobierno realizado desde más de 45 días atrás. Y nada, fue irresponsable e invitó a abrazarse, a salir, a reunirse. “No nos van a hacer nada las pandemias”, evocó claramente que lo dijo y por ende quedó demostrado que le importamos un carajo; por lo que mejor quien esto escribe seguirá BALCONEANDO. . .

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