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Noticuento

Abr 10, 2019

Mónica Camacho López

 Me encanta la lectura y en esta época en que los mensajes son breves, efímeros y muchas veces descontextualizantes; un rato de buena lectura es sumamente edificante. El escritor Luis López Nieves de Puerto Rico tiene un dominio en internet que se llama “Ciudad Ceva”. Allí ofrece cursos en línea de poesía, cuento, novela y sobre el arte de narrar; pero además desarrolla lo que él ha llamado tertulicuento: un club al cual uno se inscriba gratuitamente y cada semana se recibirá por correo electrónico un cuento para leer en línea de los autores más notables a nivel mundial.NOTICUENTO

Usted puede leer desde Dostoyevski hasta Carlos Fuentes. Autores japoneses como Ryūnosuke Akutagawa o de la India, de Estados Unidos y desde luego de la Gran Bretaña.

Los cuentos son seleccionados con gran cuidado por lo que la lectura resulta muy agradable y por unos minutos la mente vuelve a nutrirse con el alimento de las letras.

Esta semana me tocó leer un cuento que queda perfecto en el marco del “Día del niño”. Son las pequeñas cosas que hacemos o damos a los niños, lo que cuenta para ellos y esa intuición no hay que perderla.

Sin más les comparto el cuento “Domingo por la mañana”, del italiano Gianni Rodari.

El señor César era muy rutinario.

Todos los domingos por la mañana se levantaba tarde, daba vueltas por casa en pijama y a las once se afeitaba, dejando abierta la puerta del baño.

Aquel era el momento esperado por su hijo Francisco, que tenía solo seis años, pero manifestaba ya una inclinación por la medicina y la cirugía. Francisco tomaba el paquete de algodón hidrófilo, la botellita de alcohol desnaturalizado, el sobre de los esparadrapos, entraba al baño y se sentaba en el taburete a esperar.

-¿Qué hay? -pregunta el señor César, enjabonándose la cara.

Los otros días de la semana se afeitaba con la máquina eléctrica, pero el domingo usaba todavía el jabón y las cuchillas. Francisco se torcía en el pequeño asiento, serio, sin responder.

-¿Entonces?

-Bien -decía Francisco- puede ser que tú te cortes. Entonces yo te curaré.

-Ya -decía el señor César.

-Pero no te cortes a propósito como el domingo pasado -decía Francisco severamente-, a propósito no vale.

-De acuerdo -decía el señor César.

Pero cortarse sin hacerlo aposta no lo lograba. Intentaba equivocarse sin quererlo, pero es difícil y casi imposible. Hacía de todo para estar distraído, pero no podía. Finalmente, aquí o allá, el corte llegaba y Francisco podía entrar en acción. Secaba el hilo de sangre, desinfectaba, pegaba el esparadrapo. Así cada domingo el señor César regalaba un hilo de sangre a su hijo, y Francisco estaba convencido de ser útil a su distraído padre.

FIN

Espero les haya gustado

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